Leyenda: La Casa de los Chinos

Leyenda: La Casa de los Chinos

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Donde el general Villa y Rodolfo Fierro asesinaron una familia de chinos

Para los moradores de las faldas del Cerro Grande, las historias de horror y las leyendas que se cuentan sobre ésta que es la elevación mayor en la ciudad, son otra cosa, y la versión oficial no coincide con lo que sabe la gente.

“Fíjese que yo sí conozco la versión que se cuenta en Internet de la casa de los chinos, pero es mucho muy fantasiosa, y quien la lee entiende que se trata de una mentira”, contó la señora Martha Elena Salgado.

La dicha leyenda, que se puede encontrar en las páginas del gobierno, dice que la gente que sube a la cumbre y que mira hacia el Sureste, justo en el horizonte se distinguen unas banderas rojas, y que si uno esperaba a estar en el preciso momento del ocaso, se apreciaba un majestuoso templo chino.

Y cuentan que lo peligroso era que, después de ver el templo, la gente corría el peligro de que se le nublara el sentido de la orientación y que si no bajaba uno por el lado norte y antes de que oscureciera, la persona era atraída y sometida por el templo.


Pero la señora Martha Elena tiene su propio relato, y tiene incluso fotos de cuando ella y su esposo llegaron a la casa de los chinos, en la parte Oeste del cerro.

“Era el 23 de diciembre de 1979, y a la casa llegó una tía, hermana de mi mamá, y nos dijo ‘ándenle, que venimos del Cerro Grande, y estuvimos en la mentada casa de los chinos’, nos dijo la tía, y nosotros pues les dijimos que nos contara todo, porque acá en la colonia Dale la gente tiene la idea de que hay una casa de chinos, y dice muchas cosas, pero es toda una confusión”.

La tía y el esposo habían rodeado el cerro por la parte del Poniente, llegaron a la casa por un camino que bordea las faldas y que hoy en día tiene entrada por el Periférico Francisco R. Almada. “Nos dijo mi tía que cuando entraron a la casa, las puertas estaban abiertas y que vieron charcos de sangre fresca por todo el piso. Los muebles estaban también todos llenos de sangre, como si se acabaran de llevar los cadáveres de la gente que habían asesinado”.

Alarmada, la señora y el esposo contaron a sus parientes el suceso y las circunstancias.
“Entonces, como yo estaba recién casada, me empeñé en que me llevara mi esposo, y en un carrito que tenía él entonces, nos fuimos al tercer día, 25 de diciembre de aquel año, a asomarnos a la casa de los chinos, y entramos a ver, pero se nos hizo muy raro que encontráramos solamente los cuartos con una capa muy gruesa de polvo, y hasta basura”.
Pero de sangre, nada.

“Tampoco había muebles, ninguno, ni señas de que los hubieran sacado recientemente. Lo que hicimos, entonces, fue tomar fotos de la casa, y tomarnos fotos nosotros dos allá en la baranda de madera de la mansión… A mí lo más extraño que se me hizo, fue que hubiera una casa así, de piedra y bonita, con buen estilo, en aquellas soledades. Cuenta la gente de este rumbo, que allá muy antes, tal vez en las primeras décadas del siglo Veinte, vivían aquí unos chinos, una familia muy grande, y que se dedicaban al parecer a la agricultura. Dicen que se iban varias veces por semana a llevar hortalizas al mercado, a bordo de carretas de caballos, y que de eso vivían”.

Una amiga de Martha Elena, cuando supo que a diferencia de la tía, ella y su esposo no habían visto la sangre ni los muebles, le reveló el secreto de la casa: Es que, le dijo, para empezar, no todos ven la casa aunque sigan el camino… es más, mucha gente ni siquiera encuentra el camino, y si alcanzan a llegar allá, cada quien ve algo diferente: unos ven la sangre, otros se encuentran con los cadáveres de los chinos recién sacrificados. Y, lo peor, unos pocos son testigos del asesinato, es decir, presencian la tragedia a más de ochenta años de sucedido.
Tal es la casa de los chinos, que se presenta hoy en el relato de la señora Salgado, con todo y las fotos que ella conserva después de treintaiún años de su viaje atrás del Cerro Grande.

Con información de Detective Paranormal Chihuahua

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